martes, 13 de octubre de 2009

El osito, el conejo y el tren


Había una vez un osito y un conejo que eran grandes amigos. Eran muy diferentes: el osito era perezoso y prudente, mientras que el conejo era inquieto y muy, muy curioso.
Por eso a menudo se metía en líos, de los cuales lo rescataba su amigo quien además de solidario era muy fortachón.
Una mañana de primavera iban caminando rodeando el bosque, cuando el oso tropezó y se cayó al suelo de cabeza. El conejo no podía parar de reírse, porque le pareció muy gracioso, hasta que vio que su amigo se había puesto muy serio y un hilito de sangre le chorreaba por la frente. Se acercó muy preocupado y descubrió que el pobre oso se había golpeado con un objeto muy duro, que apenas se adivinaba debajo de una montaña de ramas y yuyos. Entonces dijo:
- ¡Tenemos que ver qué hay allí debajo!
- ¡Bah...! Basura nomás. - contestó el oso.
- ¡Tenemos que remover toda la basura! ¡Abajo puede haber algo interesante!
- Pues lo tendrás que hacer solo...yo estoy herido.
- Bueno...pero si encuentro un tesoro será sólo mío.
- Está bien...te ayudaré.

Y así empezaron a remover ramas y troncos, y al poco rato se pudo ver la parte superior de una vieja locomotora. Estaba un poco oxidada y muy sucia, pero siguieron destapando y vieron que estaba entera.
- ¡Qué maravilla! ¡Es fabuloso! - los dos amigos gritaban y saltaban para dar rienda suelta a su alegría. Tanto barullo hicieron, que se empezaron a acercar otros animales del bosque, y todos quedaron asombrados al ver lo que acababan de descubrir.
- ¡Está bueno para jugar a las escondidas! - decían las ardillas.
- ¡Y para refugiarnos del frío en el invierno! - opinaban otros.
- ¡Ah, no! ¡Eso sí que no! - dijo el conejo muy enojado. - ¿Acaso creen que esto es un hotel? Esto que ven aquí seguramente fue un tren, y va a seguir siendo un tren.
- ¡Bien dicho, mi amigo! - agregó el oso - Lo pintaremos y lo echaremos a andar.
- Sí, sí, tienen razón. ¡Y nosotros los ayudaremos!
De pronto, escucharon una voz que decía:
- A ver, a ver... déjenme pasar que no veo nada...
¿Saben quién era? La señora tortuga, quien, lenta como siempre, llegó un buen rato después que los demás.
- ¿Sabe lo que encontramos, señora? - dijo el oso - ¡Un tren! ¿No es fabuloso?
- ¡Venga a conocerlo, es precioso! - agregó el conejo.
- No es necesario - contestó la tortuga - Lo conozco muy pero muy bien.
- ¿De verdaaaad? - Corearon los otros animales.- ¡Cuéntenos, por favor!.
- Bien. Hace muchos, muchísimos años, teníamos un trencito en estos lugares; pero no era para viajar, sino para llevar a nuestros niños a la escuela. Todas las mañanas los recogía y los devolvía por la tarde. Pero una noche, vino una gran tormenta. Llovió durante varios días y hubo fuertes vientos. El río salió de su curso, provocando muchos daños. Cuando paró de llover, vimos que la escuela había quedado destruida, y el tren había desaparecido. Pensamos que el río se lo había llevado lejos, pero ahora comprendo que debió haber quedado tapado por el barro.
Todos los animales quedaron conmovidos por la historia. El conejo Se levantó y gritó:
- ¡¡Pues de hoy en adelante tendremos tren y tendremos escuela nuevamente!!
- ¡Bravo, bravo! - aclamaron todos.
Pero el oso, siempre prudente, preguntó:
- ¿Y la escuela? No podremos construir una.
- Daremos clase en el mismo tren. Este será un tren-escuela. - dijo el ciervo, que había estado muy pensativo.
Y todos empezaron a trabajar, entusiasmados con la historia que les había contado la tortuga. Entretanto, las aves se pusieron de acuerdo para salir a juntar monedas, ya que siempre ven muchas tiradas por allí cuando están buscando lombrices. Volvieron con un tarro lleno y se lo dieron al oso, que se fue corriendo a comprar pintura.
Cuando los animalitos vieron llegar al oso cargando varios pinceles y tachos de pintura roja, azul, verde, amarilla, la algarabía en el bosque fue inmensa.
Inmediatamente se pusieron a pintar con tanto entusiasmo, que al final de la tarde el tren estaba reluciente, y ya nadie se acordaba del viejo cascajo que habían encontrado por la mañana.
. El sol y una suave brisa se habían encargado de secarlo. Los animales, cansados pero felices, lo contemplaban con orgullo.
- Bueno, amigos, - dijo el Conejo - ¡Todo el mundo arriba que vamos a dar un paseo!
- Claro. - agregó el oso - Nos hemos ganado un descanso. ¡Llévanos a casa!
Y el tren tuvo su bautismo con un bonito paseo por el bosque. Y a partir del día siguiente el tren-escuela se puso en marcha para no detenerse más.